sábado, 11 de dezembro de 2010



“En los capuchinos del Norte del México está la esperanza”

Con esta expresión maravillosa-profética, dicha por Fr. Carlos Silva, en una reunión de los Frailes Capuchinos del Norte de México, quedó marcada la finalidad de la implantación de la Orden en esta región.

La esperanza es la marca patente de los jóvenes frailes y aspirantes, que actúan en esta “pequeña” porción del Pueblo de Dios. Son veinticinco años de presencia, el primer jubileo de la Misión.

Cuando se habla de jubileo tiene se la impresión de alguna cosa antigua, pero como la propia palabra expresa es un tiempo de gracia. Tiempo de juventud y fortaleza, una presencia joven, de jóvenes que buscan servir Jesucristo igual a San Francisco y Santa Clara de Asís, en medio del pueblo de Dios, especialmente a los más necesitados, pobres, marginados, olvidados con todo tipo de enfermedades y dolencias (alma y cuerpo).

Veinticinco años, es apenas la edad de un muchacho que empieza dar sus primeros pasos libres en búsqueda de este sueño de esperanza. Veinticinco años la primera parte de una vida en desarrollo en plena capacidad de sus fuerzas.

Como Jubileo es una gracia un don de Dios para su Iglesia. Un tiempo de gracia, un kairós, para que nosotros repensemos y renovemos nuestras esperanzas y acciones. Un tiempo de Dios para que nazca en nuestras tierras la semilla plantada por nuestros hermanos antecesores que sin ninguna preocupación se lanzaron en esta empleita, con mucho amor y dedicación, en estos son ya veinticinco años. Y una Estrella brilló.

Como la estrella que brilló a Juan Diego, también brilla a nosotros aquella que es “la Madre de nosotros”. Nos sonreía como esperanza de una nueva evangelización y campo de acción para los Frailes Menores Capuchinos.

La Madre como la gallina que acoge sus polluelos bajo sus alas, reunió en estas tierras frailes del Norte y del Sur, incluso del extremo oriente, y sobre todo sus hijos mexicanos. Hoy dejamos de ser más que un sueño, queremos ser una esperanza.

En estos veinticinco años muchos hermanos pasaron por estas tierras morenas, áridas y desérticas del Norte de México, pero el calor de la gente nos envuelve con su cariño, y por qué no decir que sus necesidades nos motiva, esta gente que nos acoge y garantiza que, sí, esta es la tierra de la Esperanza. La gente alegre de las playas del Pacifico, o la gente laboriosa del centro Nuevo León, Durango o de las alturas de la Sierra Madre, Sonora y Chihuahua, curtida por el frio, pero que con su cálido corazón abona nuestra vida y nuestra presencia.

Hagamos fiesta, es el Jubileo, pero más que todo, damos alabanzas al Dios de la Vida y a su Madre, la Virgen que cariñosamente llamamos de Lupita.

Qué los próximos jubileos sean aún mejores y llenos de Esperanza, pues ella que nos mueva a continuar en estas tierras, con esta gente., con esta Iglesia, en la construcción de la fraternidad entre toda la creación.

Fr. Pedro Cesar Silvério, ofmcap

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